Hafenreffer define en 1660 el prurito o picor como una sensación incoercible en la piel que provoca el deseo de rascarse, definición que continúa vigente en la actualidad.1 Es importante recordar, que en países como el Reino Unido aproximadamente el 80% de las consultas que se realizan al médico de familia tienen como síntoma subyacente el prurito.2
Desde un punto de vista práctico existen 4 subtipos de prurito con mecanismos fisiopatológicos diferentes:2
a. Prurito pruritoceptivo, el puramente dermatológico, y que se genera por mecanismos que acontecen en las capas más superficiales de la piel. La histamina es el principal mediador. La histamina no puede ser considerada la única sustancia desencadenante de prurito/picor, ya que hay una gran variedad de mecanismos de prurito dermatológico, tanto a nivel periférico como del sistema nervioso central.
b. Prurito neurogénico, el que se asocia a enfermedades sistémicas como hematológicas, el prurito colestásico y de base renal. En el caso de las enfermedades hematológicas existe una sobreexpresión de receptores de otra sustancia como la serotonina, mientras que en las enfermedades hepáticas y renales intervienen los receptores de sustancias opioides y el depósito de sales biliares en las primeras como principales factores desencadenantes.
c. Prurito neuropático de origen neuronal y que se acompaña de otros síntomas neurológicos como el dolor y las parestesias.
d. Prurito psicogénico, que acompaña a determinadas enfermedades psiquiátricas como por ejemplo el delirio parasitario. Es cierto que es el prurito cuya fisiopatología está menos estudiada, aunque el papel de la dopamina también puede ser relevante.
El efecto del prurito, como hemos comentado, es el rascado y es que rascarse alivia temporalmente la sensación de prurito mediante la activación de fibras sensoriales que pueden inhibir la sensación de picor a nivel de la médula espinal. Sin embargo, las sensaciones de picor crónico pueden generar respuestas de rascado persistentes que provocan alteraciones de la piel.1
Los estímulos de prurito activan el cuerpo estriado y la región límbica de la corteza provocando un ciclo de picor-rascado impulsado por la recompensa, aunque el producto final puede ser dañino al provocar una alteración de la barrera epidérmica. Es curioso comprobar que los pacientes son conscientes de que este ciclo es perjudicial, pero continúan rascándose aun sabiendo que el alivio solo será a corto plazo (Fig.1).2
Centrándonos en términos de patología, cuando la piel está inflamada, lo cual suele manifestarse mediante la aparición de eczema, diversos pruritógenos (por ejemplo histamina, IL-4, IL-13, IL-31, TSLP...) se liberan del área afectada induciendo prutito actuando sobre las terminaciones nerviosas y haciendo que la zona de piel afectada sea rascada. Este rascaso agrava la dermatitis, en un círculo vicioso que se conoce como ciclo de picor-rascado.4
Si este ciclo se perpetúa y el prurito cronifica, este será debilitante y afectará a la calidad de vida de quien lo padece de forma similar a lo que puede causar el dolor crónico.1
La dermatitis atópica (DA) es una enfermedad inflamatoria crónica, que cursa en la mayoría de las ocasiones en brotes y que ha demostrado producir un alto impacto en la calidad de vida en niños y en adultos. 5
La calidad de vida se define por la OMS como la capacidad de percepción individual de la posición de la persona en el contexto cultural y de su sistema de valores en relación a sus metas, expectativas, y creencias.5
Tanto en adultos como en niños, una mayor gravedad de la enfermedad se asocia de forma significativa con una peor calidad de vida. Según diferentes estudios, el prurito, las perturbaciones del sueño y las exacerbaciones en cara y genitales pueden ser predictores relevantes de calidad de vida.5
Los brotes asociados a la DA favorecen una pérdida en la calidad del sueño y del descanso, unos niveles de desempeño personal más bajos en los ámbitos escolar o laboral y social, además de una significativa afectación emocional asociada a la gravedad de los síntomas,6 siendo reseñable un aumento de la depresión y la ansiedad.7
En adultos, la DA influye en todos los aspectos de la vida de quien la padece. La calidad de vida de los adultos con DA es significativamente menor que los controles sanos, e incluso también es menor que en adultos que padecen vitíligo (aunque en este caso es posible que se explique por el hecho de que los síntomas como el prurito y las alteraciones del sueño son inexistentes y por lo tanto no producen incapacidad funcional).5
En resumen, los principales aspectos que más afectan a la calidad de vida de los adultos con DA son:5
- Prurito.
- Perturbaciones del sueño (cualidades que se miden ambas en el índice de gravedad SCORAD).
- Exacerbaciones en cara y genitales, en especial en la población femenina, que está especialmente más preocupada que el varón en el cuidado diario de su piel.
Por su parte, los niños con DA suelen experimentar:8
- Malestar físico.
- Peor calidad de vida.
- Más problemas de conducta.
- Mayor frecuencia del trastorno por déficit de atención/ hiperactividad (TDAH).
- Perturbaciones del sueño, afectando significativamente el funcionamiento diurno del niño (comportamiento, funcionamiento social, emocional y cognitivo).
Es importante reflejar que los padres de los niños que padecen DA también experimentan importantes trastornos del sueño, lo que a su vez afecta a su desempeño habitual durante el día.8
No obstante, los pacientes con DA moderada o grave, tanto pediátricos como adultos, y que tienen un control adecuado de su enfermedad, presentan una reducción en la duración y número de los brotes y una menor afectación de su calidad de vida relacionada con la salud.6
Referencias
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ES-IMMD-210030 Mar21